Como mujer perteneciente a la clase alta durante la época victoriana, Florence Nightingale (1820-1910) no estaba destinada a tener su propio espacio en la historia, ni mucho menos a servir como referente a futuras generaciones. Sin embargo, desde su infancia tuvo, al igual que su hermana, la posibilidad de acceder a una educación de calidad basada esencialmente en el aprendizaje de idiomas y la formación matemática. Nació en 1820, en la ciudad de Florencia, motivo por el que sus padres la nombraron de tal forma, pero de inmediato se trasladó a Inglaterra, donde comenzaría a instruirse para alcanzar el ideal femenino que se esperaba de ella, como mujer del siglo XIX.
El futuro que le esperaba si seguía la linde marcada desde el núcleo familiar era concreto, sus labores estarían relegadas al ámbito doméstico y bajo el yugo de culpabilidad que suponía el pecado original, organizar su hogar y criar a sus hijos serían sus mayores responsabilidades. Esto no significa que las mujeres de la época no tuviesen la posibilidad de formar parte del entramado laboral, ya que existían ciertos oficios no solo llevados a cabo por mujeres, si no que estaban especialmente destinados para ellas: los relacionados de nuevo con la organización del hogar, como ama de llaves, criada o cocinera, la docencia, pero únicamente en el ámbito doméstico y solo a las niñas que residían en las casas, así como la secretaría y la mayoría de los puestos administrativos, que se relegan al sector femenino.
La profesión a la que Florence dedicará su vida pertenece de la misma manera a este grupo de oficios tradicionalmente ocupados por mujeres, la enfermería. En un principio la enfermería estaba ligada a las labores humanitarias que las damas acomodadas se veían obligadas a llevar a cabo, pero también servía como salida para jóvenes con necesidad económica y no estaba demasiado bien visto, ya que suponían tratar con todo tipo de personas, en unas condiciones normalmente poco higiénicas. La enfermería no estaba regulada y las mujeres dedicadas a ella no recibían instrucción académica. Es aquí donde la figura de Florence Nightingale resulta esencial ya que constituye un antes y un después en el tratamiento de esta importante disciplina sanitaria. Nightingale, será la pionera de la enfermería moderna, porque la convertirá en un oficio con obligada formación y conocimientos sanitarios avanzados.
Para entender cómo se forja este ilustre camino, es necesario destacar el temprano interés que Florence mostró por la disciplina matemática y las ciencias en general. Así como su deseo de servir de ayuda a otras personas, deseo que le llevaría a huir de su destino como madre y esposa para traspasar los límites que en un primer momento le imponía su condición de mujer de alta alcurnia. Este anhelo de ofrecer ayuda al necesitado estaba respaldado por sus firmes creencias religiosas, interpretando esta vocación como una llamada de carácter más bien divino.
Decide instruirse como enfermera a los diecisiete años, ya que siente la necesidad de hacer algo realmente útil, y tiene por costumbre visitar hospitales o ayudar a los enfermos de su entorno en sus propias casas. Sus padres la envían en un viaje continental, al darse cuenta de que no podrían disuadir aquella idea de su cabeza, a pesar de que su deseo hubiese sido que siguiera un camino normativo y contrajese matrimonio lo antes posible. Florence viaja por Egipto, Grecia y Alemania, siendo en este último lugar donde se instruirá como enfermera en el Hospital/Escuela Theodor Eliedner, donde recibió cuatro meses de formación médica, que constituirán la base para su posterior desarrollo en la materia.
Tras este periodo regresa a Londres en 1853, para ponerse al frente del Establecimiento para Damas Enfermas, destinado para mujeres sin techo con problemas de salud, en el que a pesar de asumir un puesto de vital importancia para la organización del lugar, trabaja sin ánimo de lucro formando a otras enfermeras con los conocimientos adquiridos durante su viaje y la breve formación previa que recibió en Alemania. Florence demostró durante su periodo como jefa del establecimiento, que podía proyectar el oficio de una forma hasta ese momento nunca vista, movida siempre por una incansable capacidad de entrega por la salud y el bienestar de los pacientes. Esto le llevó a establecer ciertas modificaciones como la instalación de agua caliente o el establecimiento de un ascensor. Sobrepasando el ámbito sanitario, Florence se preocupó de la persona, más allá del paciente, encargándose de que las mujeres que recuperaban su salud en la institución pudiesen encontrar un trabajo y estabilizar su vida.
Florence Nightingale y la Guerra de Crimea
Ese mismo año estallará el conflicto que cambiará por completo la vida de Florence, y que cambiará de la misma manera el desarrollo de la enfermería. Se trata de la Guerra de Crimea (1853-1856), conflicto que enfrenta al Imperio ruso contra la alianza formada por Reino Unido, Francia, el Imperio otomano y el Reino de Piamonte y Cerdeña. El miedo al expansionismo ruso y la posible desaparición del Imperio otomano desata un violento conflicto en la península de Crimea. En 1854, Florence llegaría a Estambul con un grupo de enfermeras bajo su supervisión, a las que se les asignará el hospital militar de Scutari con la intención de servir de apoyo al personal sanitario que allí trabajaba.
Lo que presenciaron no las dejó indiferentes. Las condiciones en las que subsistían los soldados heridos eran deplorables, y la falta de higiene, medios y cuidados médicos adecuados aumentaba la proliferación de enfermedades víricas que empeoraban la salud de los allí residentes, contribuyendo a una lenta y a veces inexistente recuperación. Pareciese haber dos frentes de guerra, el propio campo de batalla y la guerra librada por los soldados heridos para sobrevivir a tales condiciones de salubridad.
Es aquí cuando la figura de Florence Nightingale cobra una importancia fundamental, para los soldados se convierte en un ente salvador, la luz en un conflicto donde se presentaba un panorama ciertamente oscuro. Florence se dio cuenta del arduo trabajo que debería realizar para disminuir las muertes y aunque durante los primeros meses estas se mantuvieron en las mismas cifras, en 1855 consiguió que una comisión gubernamental acudiese al lugar para realizar una limpieza a fondo y proporcionar material quirúrgico.
Las muertes descendieron cuando la disciplina higiénica de Florence comenzó a ser aplicada de forma obligatoria en el hospital. Se forja de esta manera la leyenda de la dama de la lámpara, ya que tenía por costumbre pasear en la penumbra de la noche con una lámpara de aceite para poder revisar el estado de los enfermos. Se decía que los soldados admiraban su trabajo y sabían apreciar la importancia de su labor.
Sería un error no mencionar otro de los campos en los que Florence Nightingale trabajó para demostrar la importancia de su estrategia sanitaria, la estadística. Se afirma en algunos casos que fue la primera que utilizó los gráficos estadísticos para intentar persuadir a las autoridades. Ella misma realizó una amplia cantidad de estudios para intentar demostrar cómo variaba la mortalidad en relación con la calidad de los cuidados de enfermería que recibían los afectados y de qué manera se podían mejorar las condiciones hospitalarias.
Publicó a partir de 1858 varios informes que revolucionarían los modos de uso de los gráficos y su finalidad, entre ellos podemos encontrar su Informe para la comisión real o Apuntes sobre los motivos que afectan a la sanidad del ejército británico. Junto a los estadistas William Farr y John Sutherland, realizó un gráfico a través del cual consiguió demostrar que la causa de la mayoría de las muertes se debía a los contagios por la falta de higiene y no tanto a las heridas recibidas en el frente. Este gráfico adquiere por primera vez una forma de distribución circular que hoy en día se conoce como diagrama de área polar.
En 1860 abriría su propia escuela de enfermería en el Hospital Saint Thomas en Londres. Esta escuela es laica, la primera desvinculada del ámbito eclesiástico, además es evidente que el oficio ha tomado un carácter profesional llegando a su institucionalización y convirtiéndose en disciplina obligatoria. Un año antes Florence había escrito un pequeño pero importante manual titulado Notas sobre enfermería: lo que es y lo que no es, punto de apoyo para la posterior creación de la academia y con una asombrosa utilidad a largo plazo ya que todavía hoy en día continúa sirviendo como referencia en el mundo de la enfermería.
Este libro trata principalmente sobre cómo se debe observar a un enfermo y cómo se debe reflexionar al respecto para conseguir una solución rápida y eficaz. De la misma manera trata el tema de la salubridad dentro del hogar para propiciar bienestar y la importancia de la limpieza y la ventilación. Otro tema en el que Florence se detiene es en el hecho de que los niños son bastante más vulnerables que un adulto a cualquier sustancia nociva, y de la misma manera sus cuidados deben ser distintos. Luz, horarios fijos, limpieza, ventilación y exhaustiva observación son algunos de los puntos clave que Florence considera esenciales para la correcta recuperación del paciente y su bienestar durante la misma.
A muchos niveles Florence Nightingale nos ha regalado ejemplo y legado. Ejemplo en el sentido de salpicar la historia de la mujer con unos matices de valentía y emprendimiento que han marcado un modelo a seguir. Pocas posibilidades le ofrecía el destino para dejar huella, sin embargo jugó unas cartas que no la correspondían para poder forjar su propio camino a base de ruptura de roles de género en introducción laboral. Se podría afirmar que Florence representa el ideal feminista que se rebela contra el destino impuesto por su condición de mujer y que además se permite el derecho de ser pionera en su campo, de aportar sus propias innovaciones y de que sean reconocidas y respetadas en pro del avance de la materia.
Enfrentándose primero a lo que su familia esperaba de ella, renunciando al matrimonio que se le presuponía y plantando cara a la idiosincrasia masculina que conformaba las altas esferas del ejército y de las instituciones sanitarias y políticas. Finalmente se impuso por encima de los impedimentos sociales y pudo llevar a acabo todo aquello que se propuso, quizás con menos agilidad y más trabas de las que le hubiese gustado pero abriendo camino para que otras mujeres con propósitos fuera de sus alcances pudiesen animarse a buscar su propio éxito.
A partir de Florence Nightingale, la enfermería asistiría a su progresiva gestación como disciplina académica y adquiriría una importancia vital para el correcto tratamiento de los enfermos, esencial para complementar el trabajo médico. Por su carácter autodidacta y su capacidad de trabajar bajo condiciones de alta presión como es el caso de un conflicto armado, la figura de Florence sirve como inspiración para muchos enfermeros y enfermeras alrededor del mundo. En su honor se creó una medalla con la que se condecora al personal sanitario que trabaja en zonas de conflicto o interviene en desastres naturales. Florence Nightingale supo empoderar tanto a la mujer como elevar el oficio de la enfermería e impulsar ambos conceptos más allá de límites insospechados.
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